¿Qué son las hortalizas?

Son plantas cultivadas en huertas o regadíos consumibles tanto en crudo como cocinadas (incluye las verduras y las legumbres.

Las hortalizas son ricas en agua (alrededor del 80%). También contienen hidratos de carbono, vitaminas y minerales, y son reguladores de la rueda de alimentos, al igual que las frutas.

La mayor parte de las hortalizas son muy bajas en calorías. Por ejemplo, 100 g de acelgas sólo contienen quince calorías. La mayoría no superan las cincuenta calorías por 100 g. Debido a este bajo valor calórico, las hortalizas deberían estar presentes en un gran porcentaje en una dieta contra la obesidad.

Todas estas propiedades hacen que sea recomendable consumirlas con bastante frecuencia y diariamente: se recomienda una ración en cada comida y de la forma más variada posible.

¿Cómo conservarlas?

Las hortalizas frescas deben conservarse adecuadamente hasta el momento del consumo. Las condiciones y duración del almacenamiento influyen mucho en el aspecto y valor nutritivo. La mayoría de las hortalizas deben conservarse a temperaturas bajas con una alta humedad ambiental, por lo que el verdulero del refrigerador es el lugar más recomendable.

Se aconseja ponerlas en bolsas agujereadas o con láminas de aluminio, y evitar que el envase sea hermético. En el frigorífico se pueden conservar algunos días, según la clase de hortaliza. Por ejemplo, las espinacas, la lechuga, etc, no conviene tenerlas más de tres días; sin embargo, las zanahorias, los nabos y la remolacha son menos sensibles, y se conservan durante más tiempo.

Fuera del frigorífico podemos conservar, cebollas, ajos secos, patatas… siempre en lugar seco y aireado.

Aconsejamos lavar o cepillar todas las hortalizas antes de consumir. Cuando no se puedan pelar deberían sumergirse en agua con unas gotas de lejía durante unos minutos y luego aclarar. De esta forma eliminaremos todas las posibles bacterias.

Si no queremos perder las propiedades de las hortilizas y verduras, sobre todo vitaminas, minerales y sabor, es mejor cocinarlas al vapor o de la forma más rápida posible en agua hirviendo, en un recipiente tapado y sin moverlo. El agua resultante es buenísima para consomés o sopas, porque concentra los minerales.

Como vemos, tenemos la suerte de contar en la dieta mediterránea con una alimentación sana y nutritiva que, sin duda, aporta salud y alarga nuestras vidas.